Aplicaciones II
- José Corral
- 24 ene 2019
- 3 Min. de lectura

3.- Una Autoridad Mundial
Esta es una idea vieja y bastante difundida. Ya está muy desarrollada en el libro de Sanz del Rio-Krause de 1860 (Krause- Sanz del Rio: 2002). La he visto también en escritos de los dos Papas actuales. Y parece que existen varios colectivos de distinto signo que también apoyan esta idea. Aunque también hay detractores que temen un excesivo dirigismo y abusos y errores, también “mundiales”.
Con todo, ¿es buena o mala una Autoridad Mundial a la luz de la “nueva” ética?
En principio parece que debe ser buena. Y además es lo primero que se le ocurre a cualquiera: si la especie humana tiene el deber prioritario de intentar sobrevivir, parece que en cuanto tenga conciencia “racional” de este imperativo, debe existir alguien que se ocupe, también racionalmente, de gestionarlo. Porque si no se gestiona de forma planetaria, se seguirá haciendo grupalmente por unos entes parciales (naciones, bloques, alianzas), cada vez más poderosos, que busquen sus propios objetivos. Que pueden no coincidir con el objetivo global. Y que, si estos entes o colectivos parciales, siguiendo las reglas de la selección natural grupal pelean entre ellos, pueden llegar a destruir a toda la especie. O por lo menos a hacer infelices a muchos individuos, tanto del bando ganador como del perdedor.
Y aunque no haya conflictos ni luchas “mundiales”, las hay parciales. Y eso no parece bueno desde el punto de vista de la supervivencia de la especie porque consume energías y recursos. En los viejos y no tan viejos tiempos, la guerra era un buen medio para el control de la población de un territorio y para la mejora de la especie mediante el progreso técnico y la selección natural. Pero parece que lo que estamos intentando, al menos yo, es sustituir algunas reglas “malas” de las leyes grupales, por normas “buenas” para todos, basadas en considerar a la especie en su conjunto. Como actora y beneficiaria de su supervivencia. Con el menor costo y el mayor bienestar posible para los individuos actuales y futuros.
En cuanto a la estructura, funciones, atribuciones, etc. de esta posible Autoridad Mundial hay ya bastante escrito y puede ser una tarea muy interesante pensar en todo ello a la luz de la nueva ética. Queda ahí el trabajo pendiente. Una idea “fácil” sería reconvertir la ONU.
En cualquier caso, creo que la dificultad primera consiste en que, quienes puedan hacerlo, lo planteen y empiecen a hablar de ello. En mi opinión esto llegará por las buenas cuando la idea básica se asuma. Y se avance en el desarrollo del concepto de Humanidad fraterna, de cuidar unos de otros y del entorno. Y en general de todo aquello que favorezca la supervivencia de la especie por unos u otros motivos. Aunque la idea básica no llegue a explicitarse y se actúe por el sentido de responsabilidad predicado por Hans Jonas y asumido ya por muchas personas y colectivos. Y por la fraternidad y el amor predicados por las “buenas” religiones y grupos. Y en cualquier caso cuando políticamente sea rentable para quienes lo planteen.
Y llegará por las malas si se produce una catástrofe “natural”: gran ruptura de la corteza terrestre, meteorito grande, cambios de clima, inundaciones, deshielos, diluvios, hidratos de metano… O catástrofes provocadas por el hombre por malos usos de los medios a su alcance.
En resumen, parece que una “buena” Autoridad Mundial puede ser buena para el objetivo vital prioritario. Y que la asunción de éste puede ayudar a crearla o reconvertirla.
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