Aplicaciones IV
- José Corral
- 22 ene 2019
- 3 Min. de lectura

5.- La población. Número y calidad de vida.
Recuerdo que el objetivo básico de la especie, de la humanidad, es el de sobrevivir durante el mayor tiempo posible. Tratando de que este objetivo se trate de obtener, por eficiencia y eficacia, con el menor sufrimiento y el mayor bienestar de las personas existentes en cada momento y futuras.
En el nivel de conocimientos que ahora tenemos, parece que nuestra tierra tiene capacidad para alimentar a más habitantes de los que se preveía en tiempos de Malthus. Sin embargo parece claro que muchas personas hoy viven muy mal. Y existe un problema ecológico que, si no se hace algo más y mejor, se seguirá agravando: por el crecimiento de la población y por el incremento en la demanda de “calidad de vida”. Demanda justificada en muchos casos y menos en otros. Pero demanda total alta y creciente.
Parece claro que en este momento, y a medio plazo, los recursos y sistemas existentes no dan para satisfacer, ecológicamente, la demanda total de bienes y servicios. Por ello, además de actuar sobre los recursos, con más ciencia y tecnología en la producción y con mejoras de todo tipo en la distribución, parece claro que habría que tratar de reducir o reorientar la demanda.
La demanda se puede reducir de dos formas básicas: que los demandantes pidan menos y que haya menos demandantes. De los demandantes actuales hay muchos que podrían pedir menos pero es difícil que lo hagan “motu propio”. Y hay otros muchos que no pueden pedir menos, antes bien “necesitan” más para subsistir dignamente. Y hay otros que pudiendo subsistir con lo que tienen, piden y pedirán más mientras haya otros que tengan más.
El reparto de los bienes existentes es un problema viejo que, visto con la nueva ética, tiene soluciones distintas según se trate de conseguir el primer objetivo de forma muy prioritaria, o se quiera hacer contando más con el factor del altruismo/amor. Creo que queda clara la dificultad, y la importancia de la “nueva ética“, a la hora de establecer los criterios para la distribución a los individuos y grupos existentes en cada momento. Una vez establecidos, si hay voluntad y autoridad políticas, no parece que sea difícil la aplicación con los medios técnicos y de ingeniería social actuales.
La otra cuestión es abordar el problema desde el lado del número de participantes en la demanda global. La solución, como en las empresas, también parece muy clara. Se trata de “reducir la plantilla” con los menores traumas para el personal actual y para la propia empresa. Incluso, si se hace bien, con beneficios para ambos. Si se hace mal es más fácil pero menos eficiente y más traumático. Es lo que en el mundo ha pasado hasta ahora con guerras, epidemias, hambres, catástrofes naturales “reducibles”… El problema es que, al considerarse natural y bueno, las técnicas y las políticas grupales se han dedicado más a incrementar la población y la demanda. Y menos a prever y evitar sus malas consecuencias globales.
Creo que planteando el problema con los “nuevos” objetivos, y aplicando la “nueva” ética, se puede llegar, en las pocas generaciones de un siglo, a buenas soluciones. P. e. siguiendo el criterio de la paternidad responsable familiar y grupal, ordenando las migraciones… Antes de que sea el proceso evolutivo el que imponga su dura ley cuando el problema se haga mayor. Con los medios de comunicación y técnicos actuales creo que es fácil gestionar sin traumas esta cuestión. Adaptándose en lo posible a las creencias y culturas de cada colectivo.
En sentido opuesto y mirando prioritariamente a la supervivencia, se puede pensar que en caso de catástrofes naturales o provocadas, cuanta más población haya y esté más dispersa en hábitats diferentes y difíciles, puede ser más probable que alguien sobreviva. Es otro punto de vista a evaluar, pero parece que esta opción supondría más carencias y confrontaciones. Y en general mayores sufrimientos para las poblaciones pobres y marginales, que serían muchas.
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