Aplicaciones V
- José Corral
- 21 ene 2019
- 2 Min. de lectura

6.- La sexualidad, la familia, la procreación.
No es mi intención intentar establecer aquí los criterios a aplicar a cada una de estas complejísimas cuestiones, sino resaltar la importancia que puede tener la nueva ética a la hora de opinar y actuar sobre ellas.
Conocemos los tipos de familia en las especies sociales. Desde las más simples de dos individuos a las numerosas de los himenópteros. Y desde las sencillas y breves relaciones de algunos ovíparos a las largas y complejas de los homínidos y en especial del hombre. Parece que en muchos casos, la familia ha supuesto una estrategia de éxito para la procreación y para la supervivencia grupal y de la especie.
En el caso del hombre la monogamia ha sido y es un modelo eficaz para la procreación. Y parece el más eficiente para el bienestar individual de la pareja y de los hijos. Por ello sería conveniente pensarlo muy bien antes de intentar cambiar este modelo.
El modelo familiar monógamo y permanente tiene muchas virtudes, entre ellas dar cauce ordenado al instinto sexual. Y la fidelidad crea y da cohesión a un grupo familiar más amplio y permanente lo que facilita el apoyo mutuo y el cuidado y educación de los hijos. Estas familias cohesionadas y permanentes han sido y son mejores para la formación de los grupos más complejos: clanes, tribus, naciones…. La libertad sexual fuera y dentro de las relaciones estables de pareja produce grandes distorsiones en el modelo, por lo que también es conveniente replantearse esta cuestión.
Un factor importante a tener en cuenta es la menor mortalidad infantil y el aumento de la esperanza de vida. Que unido a lo tratado en el punto anterior parece aconsejar una menor fertilidad. Y éste puede ser un argumento, tácito o expreso, de quienes abogan por favorecer la separación entre sexualidad y familia, el aborto, etc.
Sin embargo existe un riesgo grave al cambiar sistemas que funcionan por otros que ni siquiera se han pensado. O se han “malpensado”. Y existe también el otro grave riesgo de que el hedonismo individual y de grupo haga irreversibles unas costumbres que se conviertan en “malos” e insolidarios objetivos permanentes.
Existen grandes diferencias sobre estas cuestiones en culturas con distintas tasas de riqueza, tendencias de fertilidad, culturas, religiones, etc. Los desequilibrios crecientes producirán crecientes problemas si no se actúa con visión global y común. Aunque parece conveniente que grupos distintos tengan éticas y métodos distintos.
Por todo ello y sin entrar a fondo en estas cuestiones, creo que la nueva ética y sus principios de supervivencia y de altruismo “naturales”, pueden ayudar a repensarlas. Y a intentar llegar a un buen acuerdo entre los científicos y políticos no creyentes y las buenas religiones.
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