Stephen Jay Gould (1941-2002)
- José Corral
- 8 ene 2019
- 5 Min. de lectura

Para aligerar algo este mamotreto, copio el principio de mi primera nota sobre Gould (Corral: 2015, 251):
“Son las 9,59 de la mañana del 18.7.2015. En la terraza de la casita de Marbella, frente a la playa. Es un día radiante. Al amanecer he intentado pescar alguna lubina con señuelo artificial pero ya no es el tiempo. Desde abril, aun a estas tempranas horas no se acercan a la orilla. Mejor para ellas.
Y ahora me siento con moral para dar breve cuenta de las primeras 195 páginas de “ La estructura de la teoría de la evolución”, obra casi póstuma de Gould. Mi ejemplar es una primera edición de Tusquest, de 1430 páginas, de mayo de 2004. El original inglés se publicó en 2002, el mismo año de su muerte. Nació en 1941, el mismo año que yo, pero el cáncer le atacó pronto. Y aunque se defendió bien no pasó de los 61. Una pena.
El libro es muy técnico y creo que recoge todo lo importante sobre la evolución hasta este cercano momento. Y expone sus ideas propias sobre el equilibrio puntuado. Todo ello con un lenguaje muy especializado difícil de leer para un profano. Dedica un largo capítulo (págs. 625 a 776) a : Especies como individuos en la teoría jerárquica de la selección”. Creo que este título ya justifica nuestra idea de las especies como sujetos. El capítulo entero es interesantísimo ya que recoge las amplias discusiones existentes sobre la individualidad en biología evolutiva. Cito solamente lo más significativo para nuestras ideas:
En la página 629 recoge un artículo de Ghiselin titulado “Una solución radical al problema de las especies”. Que le parece justificado y en el que dice:
“…muchos de los problemas clásicos que incumben a las especies quedarían resueltos de golpe si renunciáramos a nuestra definición acostumbrada de las especies como clases (o categorías universales que pueden albergar objetos) y las reconceptualizáramos como individuos. Cada especie se convierte así en un elemento singular, una entidad evolutiva definida por una génesis histórica única y una cohesión particular en el momento presente”.
Dice luego que: “ para llamarse individuo una entidad material debe tener: un comienzo discreto o definible, o nacimiento. Un final igualmente discreto o definible o muerte. Y estabilidad suficiente para ser reconocible continuamente durante toda su existencia como la misma cosa”. Dedica luego varias páginas a analizar estos y otros conceptos aplicados a las especies, para justificar que las especies son individuos evolutivos.
Dedica luego las páginas 643 a 674 a “ La definición de agencia selectiva y la falacia del gen egoísta”. Muy interesante. Y luego dedica de la 675 a la 746 a “Los fundamentos lógicos y empíricos de la teoría de la selección jerárquica” donde trata de los individuos evolutivos y de la especie como tal.
Para su “jerarquía de la selección” distingue seis niveles: genes, células, organismos, demes, especies y clados. Aunque dice:
“ no afirmo nada sobre un número fijo de unidades en la jerarquía expandida de acción darwiniana. “ Y luego: “… antes de las invenciones de la reproducción sexual y de la pluricelularidad, ni especies ni organismos existían como niveles separados, y reinaba una jerarquía cuatripartita (todavía vigente en el mundo dominante de los organismos unicelulares asexuales) : gen, celula, clon y clado”.
Analiza luego con detalle cada uno de los seis niveles . Al “individuo especie” dedica de la página 734 a la 743.
Dice al empezar: “A modo de proposición central de la macroevolución, propongo que las especies interpretan el mismo papel de individuos fundamentales que los organismos en la microevolución”. Y luego confirma a las especies como individuos interactores refutando las objeciones que le han planteado.
En “ Las especies como individuos” (págs. 735-736) dice:
“El gradualismo evolutivo clásico niega la existencia real de las especies porque solo pueden definirse como segmentos arbitrariamente delimitados de un linaje en continua anagénesis”. (evolución continua sin un comienzo decisivo). Se cubre de esta objeción diciendo:
“… las especies son individualizables bajo cualquier esquema que describa su origen como un evento de ramificación, y no como una transformación anagenética”. Y luego, ante la objeción de “ la ausencia de un comienzo decisivo”, dice también:
“ la afirmación de la fatal borrosidad de los orígenes de las especies contempla el asunto a la escala de una generación humana. La gran mayoría de las especies, sin embargo, surge en un instante geológico (miles de años, un periodo muy largo en comparación con nuestras vidas personales pero … corto y definido en relación al análogo organísmico apropiado para el origen de nuevas especies por ramificación)”.
También refuta las objeciones de falta de heredabilidad y de que las especies son demasiado difusas o demasiado carentes de coherencia interna. Y dice que ”… estas objeciones emanan de la incapacidad de conceptuar una escala ajena ( una debilidad mental arraigada en nuestro apego antropocéntrico…) “.
Me he extendido en estas citas porque también a mi me han puesto estas objeciones. Y a lo citado quiero añadir algunas consideraciones más referidas a nuestro trabajo:
Creo que aunque los objetores de Gould tuvieran razón y las especies no tuvieran comienzos ni finales definidos, ni heredabilidad, o fueran difusas y sin coherencia interna, las especies tienen, en cada momento, existencia real.
Por poner un ejemplo, la especie Oryctolagus cuniculus existe ahora mismo y está compuesta por todos los conejos comunes o conejos europeos que existen en el mundo. Y que están intentando vivir y reproducirse para que su especie crezca y no se extinga a pesar de la mixomatosis, de sus muchos depredadores y de los australianos que los consideran una plaga. Esa especie y los otros dos millones largos de especies conocidas, incluida la Homo sapiens, tienen ahora existencia real, aunque no se sepa cuándo ni cómo se iniciaron.
La segunda cosa que quería añadir, desde mi ignorancia de aficionado, es que estos debates dan la impresión de que se gasta mucho tiempo y energías en lo marginal. Lo que no sería grave, o incluso puede ser beneficioso, si solamente fuese gasto de tiempo y energías. Lo grave es que lo superfluo no permita ver lo importante. O que lo rechace que es peor. Por mi experiencia, las pocas veces que he podido contrastar mis ideas con interlocutores “sabios”, casi todos han derivado la atención a cuestiones periféricas o aspectos formales, que normalmente ellos dominan, en lugar de intentar ver el fondo de las ideas planteadas.
Termino aquí los comentarios a Gould, quien aún dedica varias páginas a las especies como interactores y a la potencia de la selección de especies. Creo que con lo anotado se refuerza la idea de las especies como sujetos. Aunque Gould “trabaja” con las especies en un plano más técnico y dedicado preferentemente a justificar sus teorías.
Madrid, 11.10.2018. Revisado el 12
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