top of page

Causas de no ver la idea básica

  • Foto del escritor: José Corral
    José Corral
  • 25 ene 2019
  • 7 Min. de lectura


Rubens. The four philosophers.

Voy ahora a resumir las principales causas que, según creo, han impedido que los muy sabios filósofos que han trabajado estas cuestiones hayan visto las ideas básicas.

1.- La primera causa que se me ocurre es que son hipótesis biológicas. Que se han hecho más visibles recientemente a partir de las modernas teorías sobre evolución.

En general los filósofos buscan un objetivo espiritual, ya que parten de que el hombre es, diferencialmente con los otros seres vivos, lo que tiene de espíritu. La vida material, el cuerpo, para un filósofo casi no cuenta. Y hasta hace muy poco nadie se cuestionaba la posible extinción de nuestra especie. Y al menos como horizonte previsible, la vida física del Hombre era un dato.

El ejemplo más claro es el propio Kant, quien en el tercer principio de su “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, hablando del progreso humano, dice: “… si una especie animal está dotada de razón, como clase que es de seres racionales mortales todos, pero cuya especie es inmortal, tiene que llegar a la perfección del desarrollo de sus disposiciones” Las cursivas mías. (Corral: 2015, 282).

En cualquier caso, parece que los filósofos se han ocupado poco de estas cuestiones. En los últimos tiempos los filósofos de la ciencia y de la naturaleza se interesan más por los aspectos relacionados con la materia. Pero en muchos casos priorizan la física y la cosmología, que son ciencias que parecen más exactas y de moda, frente a la biología, que tiene unas leyes demasiado “blandas” o flexibles y poco rigurosas.

Lo anterior es más notorio entre los agnósticos y ateos, ya que los creyentes tienen resuelto el problema del fin, o del Bien Supremo. Y por ello no les preocupa demasiado la supervivencia física del Hombre ya que, en cualquier caso y hagan lo que hagan los hombres, su existencia depende de la voluntad de un Agente externo mantenedor.

Por lo que conozco, el filósofo actual que más se ha acercado a estas cuestiones ha sido Michel Ruse, de los autodenominados sociobiólogos con E. O. Wilson. Pero Ruse es un evolucionista militante y como tal cree que el objetivo del hombre es la propia evolución. Aunque tiene dudas, porque como filósofo materialista le cuesta pensar que la materia haya sido capaz de imponer un objetivo a los seres vivos y el imperativo moral al hombre de intentarlo. Y creo que, como ateo, tampoco le gusta la idea de que pueda existir un Mandante externo. Por ello acepta, como inevitable en este caso, la falacia naturalista de que el objetivo es evolucionar porque evolucionamos. Y según los evolucionistas, evolucionando se progresa, aunque él lo duda. Y se da cuenta de que tampoco sabemos qué es el progreso. (Corral: 2015, 195-216)

Esto les pasa también a todos los filósofos y biólogos que he leído, ya que admiten que no saben cual es la meta hacia la que progresar. El arquero orteguiano tampoco sabe hacia donde apuntar su flecha, cual es la circunstancia a salvar.

Parece que hubiera correspondido a los antropólogos, generalmente encuadrados entre los filósofos, el descubrimiento de las ideas básicas. Todavía están a tiempo ya que el principio ético universal está basado en el comportamiento del Hombre, que parece ser la principal materia de la Antropología. Y las ideas básicas, como luego veremos, suponen analizar y ordenar las normas, usos y costumbres del Hombre, de los individuos y grupos humanos.

En esta línea, creo que mis ideas proporcionan materia y trabajo para convertir a la Antropología en la ciencia más importante de este siglo XXI. Ya que los antropólogos, multidisciplinariamente, son quienes mejor deberían ver y pensar todos los aspectos humanos referidos al comportamiento de los hombres - individual, grupal y global- dirigido a supervivir con el mayor bienestar. Apoyados por otros pensantes: biólogos, sociólogos, filósofos de la naturaleza, humanistas, …. Y todos los que hacen cosas.

2.- Otra cuestión importante es considerar a las especies como sujetos capaces de tener objetivos y normas para intentar cumplirlos. Los filósofos trabajan con personas individuales. Este es el concepto que más cuesta “ver” a todos, incluso a los biólogos. La idea de las especies como unidades o sistemas evolutivos es muy reciente. Y ni el propio Darwin la tiene en cuenta a pesar del título de su libro más famoso.

Volveremos a esta idea de la especie como sujeto porque es fundamental “verla” para entender la idea básica. Pero hasta ahora y especialmente los filósofos, han trabajado y trabajan con personas individuales. Un caso claro es el de Kant, quien, cuando habla del progreso de la especie, se cuida de aclarar que lo hace como universorum (la totalidad de los hombres reunidos socialmente sobre la tierra repartidos por pueblos) y no como singulorum (la especie como concepto). (Corral: 2015,285).

3.- En todo discurrir filosófico sobre ética, tanto teleológica como deontológica, hay una cuestión latente o expresa que dificulta el pensar y produce errores de fondo y de entendimiento con los demás. Los pensadores tratan de buscar el fundamento ético a partir de la naturaleza del hombre, a partir de qué sea la persona humana. Creo que es el problema mayor. Por lo que conozco, los filósofos “ven” al hombre de tres maneras básicas: materialista, espiritualista y trascendente. Y sus combinaciones.

Queriendo o sin querer y siendo o no conscientes de ello, los filósofos suelen tender a adoptar bases éticas según sean sus creencias, o sus teorías, sobre la naturaleza del hombre. El problema es que no tenemos una verdad o certeza universal sobre el qué sea el hombre, con lo que resultan éticas sesgadas y parciales. Debemos aceptar, como hacen muchos filósofos “neutrales”, que, al menos de momento, no podemos fundamentar la ética sobre la naturaleza o esencia del hombre. La idea básica se funda en el comportamiento.

4.- Abundando en lo anterior, en la historia de la filosofía se han propuesto múltiples fines parciales y contingentes: el vivir individual, la felicidad, el bien común en alguna de sus muchas acepciones, la sabiduría, la dignidad, la propia evolución, el progreso moral o material, ....

Todos ellos parecen ser fines y objetivos buenos y útiles. Pero son fines y objetivos parciales, generalmente medios para el objetivo vital prioritario. Que queda oculto por ellos, entre otras cosas por su obviedad. Y porque estos fines parciales y las virtudes que los acompañan son medios válidos. Sobre todo, si como suele ser habitual, se presentan unidos, como una ética global, en muchas culturas.

5.- Por el contrario, para algunos no puede existir una ética universal, un principio ético universal, porque de existir estaría fuera de este mundo, sería trascendente. Lo cual es posible. Es decir, parece posible que exista y no conozcamos un Fin Último. Pero la existencia de uno o varios fines trascendentes desconocidos no es incompatible con el imperativo vital que nos “ordena” intentar supervivir materialmente.

6.- Por otra parte, la idea básica supone un mandato material duro. Supone, como primer objetivo parcial, la lucha por la existencia individual. Y por ello comprende el bien y el mal. La vida y la muerte. La paz y la guerra entre los seres vivos: de la misma y de diferentes especies. El egoísmo y el altruismo. El amor y el odio.

Parece que muchos filósofos no entienden estas contradicciones en el Hombre. Todas ellas se explican con la idea básica en la que tienen su base y fundamento inmediato. No sabemos científicamente si existe una causa eficiente anterior. Y otra causa final de un nivel superior al objetivo vital. Pero que no sepamos estas causas, ni sus posibles agentes, no impide que podamos saber que existe el objetivo vital prioritario. Que da sentido y unifica los sentimientos y comportamientos aparentemente contradictorios de los hombres. Que cada vez entendemos mejor, a otro nivel, en muchas especies animales.

7.- Las similitudes con los animales es otro de los grandes problemas que impiden ver la idea básica. No sólo a los filósofos. A cualquier persona le repugna instintivamente la idea de que el fundamento de nuestras normas éticas sea el mismo que el de las arañas o las ratas. Y que nuestras virtudes de solidaridad, justicia, valor, amor filial, … sean de la misma naturaleza funcional que las capacidades y costumbres sociales de las hormigas, los monos, los lobos, … Nos cuesta muchísimo admitir nuestro parecido con los animales. Muy especialmente a los filósofos. Y más a quienes creen que los hombres están hechos a imagen y semejanza de su Creador. Aunque unas ideas no refuten a las otras, sino que las complementan y refuerzan.

8.- Y hay un enorme lío filosófico con el concepto de libertad. Que es una capacidad común a las especies de seres vivos, especialmente a las “superiores”. La diferencia es de grado. Y en el caso del hombre, esta capacidad, enorme y creciente, es otro de los factores que nos ha hecho y nos hace diferentes. Junto con la autoconciencia y con la capacidad de convivencia en grupos cada vez más grandes.

Estas capacidades nos han facilitado llegar hasta aquí, pero suponen también un gran peligro ya que los hombres, como todos los seres vivos, tienen el mandato primario de vivir, y de vivir lo mejor posible: ellos individualmente y su grupo. Y esa libertad que les ha servido para inventar, dominar y supervivir, si se ejerce mal es y ha sido mortal para individuos y grupos. Y ahora puede serlo para la propia especie.

Estas verdades biológicas han sido poco tenidas en cuenta por los filósofos, sobre todo en lo que se refiere al comportamiento grupal. Y tampoco han sido bien entendidas por los propios biólogos y asimilados. Creo que las ideas básicas aclaran el concepto de libertad y permiten delimitar y mejorar su uso. Tarea que parece correspondería a los antropólogos sociales y a otros expertos en ética, normas morales y comportamiento.

Me parece oportuno recordar la controversia entre algunos filósofos y biólogos sobre “ética biológica”. El profesor Ferrater Mora en su Ética aplicada (1981-11), acepta con matices la frase de E.O. Wilson sobre que “haya llegado la hora de sacar por un tiempo la ética de manos de los filósofos y biologizarla”. También el doctor Francisco J. Ayala en la “Evolución de un evolucionista” trata del posible origen biológico de la ética. (Ver Corral: 2015, 167-183). La discusión ha sido y sigue siendo amplia, con muchos matices y confusiones sobre sujetos y sobre los conceptos biológico y ética.

Por mi parte creo que la tarea es de pensadores humanistas, es decir de antropólogos. Que deben conocer y tener en cuenta, como tales, al hombre en todo lo que afecte significativamente a su comportamiento grupal.


Comments


© 2019 by José Corral Lope

bottom of page