Kant, Immanuel ( 1724 a 1804)
- José Corral
- 21 ene 2019
- 4 Min. de lectura

No soy un experto en Kant, pero confieso que he tenido y tengo en Marbella, como lectura de verano, un viejo ejemplar editado por Bergua en 1934 de la Crítica de la razón pura con Prolegómenos incluidos. La trabajada prosa de D. Inmanuel, traducida por D. Manuel Fernández Núñez, casi permite “ver” como funciona su cerebro que intenta, apasionadamente, trasladar sus pensamientos al papel.
Pero en un principio no vi nada en él que tuviera relación significativa con mis ideas. Miré su imperativo categórico y me pareció un intento serio de encontrar la base o fundamento de la moral, es decir, el objetivo o fin a alcanzar por el Hombre y el modo de intentarlo. Pero el imperativo categórico, en sus varias versiones, estaba vacío. Como las virtudes de Aristóteles, el imperativo quedaba al arbitrio de la razón, el criterio y la buena voluntad de cada hombre.
En abril del 2015 encontré casualmente un librito titulado “Filosofía de la historia” (Kant: 1941) que recoge cinco breves ensayos escritos entre 1784 y 1794 (sus 60 y 70 años), que no tienen desperdicio para nuestras cuestiones. Luego leí con detenimiento su Fundamentación de la metafísica de las costumbres y repasé algunos otros textos menos cercanos. Resumo las ideas más significativas:
En “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, de 1784, escribe que “…las acciones humanas, se hallan determinadas, lo mismo que los demás fenómenos naturales, por las leyes generales de la Naturaleza”. Y dice luego: “no se imaginan los hombres …que al perseguir cada cual su propósito, siguen… la intención de la Naturaleza”. Confiesa que no sabe cual es esta intención y encarga a los filósofos que traten de descubrirla. Y pide a la Naturaleza: “que nos traiga al hombre que la quiera concebir, …que así produjo un Keplero y un Newton”.
Con lo anterior parece que admite la existencia de leyes naturales que determinan las acciones humanas, pero según aclara en el prólogo de la Fundamentación, hay dos tipos de leyes. Dice: “Porque las leyes son, o leyes de la naturaleza o leyes de la libertad. La ciencia de las primeras llámase física; la de las segundas, ética”. Y para Kant lo que cuenta del hombre es la no- física: es la ética, basada en la libertad del espíritu.
En todo el texto de la Fundamentación va dejando claro que el fundamento de las obligaciones o leyes morales: …” no debe buscarse en la naturaleza del hombre o en las circunstancias del universo en que el hombre está puesto, sino a priori en conceptos de la razón pura …” (389). Supongo que para evitarse problemas no menciona a Dios, pero la idea está clara: el hombre es autosuficiente en estas cuestiones. Y luego en (432), hablando de los fallos para descubrir los principios de la moralidad, dice: … Veíase al hombre atado por su deber a leyes: más nadie cayó en pensar que estaba sujeto a su propia legislación, si bien esta es universal, y que estaba obligado solamente a obrar de conformidad con su propia voluntad legisladora”. Autonomía moral vs. heteronomía.
Tiene otro problema, como otros muchos, con el sujeto. En el segundo principio de la “Idea de una historia universal …” dice: En los hombres (como únicas criaturas racionales sobre la tierra) aquellas disposiciones naturales, que apuntan al uso de su razón, se deben desarrollar completamente en la especie y no en los individuos. Parece que aquí considera a la especie como algo donde se pueden desarrollar cosas. Y en todos los textos utiliza el término especie; y el de hombre como sinónimo de especie o de Hombre. En muchas partes parece que tácita o expresamente utiliza el concepto de especie. Con significados distintos como suele ser habitual.
Sin embargo, Kant como filósofo, no ve o no le gusta explicitar que la especie pueda ser sujeto de algo. Y en el ensayo titulado “Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor” aclara que no se refiere al género humano “… según el concepto de la especie (singulorum) sino según la totalidad de los hombres reunidos socialmente sobre la tierra, repartidos por pueblos (universorum).
Por otra parte, tampoco le preocupa la supervivencia del Hombre ya que en el tercer principio de “Idea de una historia universal…” considerando la perfección y felicidad que el hombre, libre del instinto, se procure por su propia razón, dice: “… si una especie animal está dotada de razón, como clase que es de seres racionales mortales todos, pero cuya especie es inmortal, tiene que llegar a la perfección del desarrollo de sus disposiciones.”
El objetivo de Kant es siempre espiritual. En “El comienzo presunto de la historia humana”, de 1786 resalta que: “… el destino de la especie no consiste en otra cosa sino en progresar hacia la perfección”. Pero el progreso no es material. En “Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor”, de 1798, definiendo el eudemonismo o quiliasmo, dice que esto es cuando el género humano se halla…” en progreso constante hacia mejor en lo que se refiere a su destino moral.”
En estas obras “menores” Kant refleja una enorme sensibilidad ante los problemas de los hombres. Recomendaría a quienes no lo conozcan que lean este pequeño librito de 147 páginas, titulado Filosofía de la historia, editado por el Fondo de Cultura Económica de México. Descubrirán a un Kant entrañable.
Kant acertó con el imperativo categórico, con su buena voluntad y con su eudemonía, pero todos ellos son conceptos inconcretos e ineficaces a efectos operativos. Creo que le ocurrió como a otros muchos filósofos. Los objetivos “naturales”- la supervivencia, el bienestar material- les parecen pobres: cosas de animales. Y como dan por descontada la existencia perenne de hombres, no se les ocurre lo difícil que es supervivir. Y que todas las virtudes, la inteligencia, la moralidad, … son, en principio y por lo que hasta ahora sabemos, medios y estrategias para ese objetivo vital y prioritario de supervivir.
Creo que Kant, con su buena voluntad y su extraordinaria inteligencia, es el principal causante de que los Ilustrados y sus continuadores tampoco vieran, ni hayan visto, la elemental, natural y obvia idea básica: el imperativo vital o ley de supervivencia de las especies, incluida la nuestra.
Marbella, 30.8.2018. Revisado el 1.10.18
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